Desde el vientre materno hasta el abrazo del mundo

gros plan sur deux mains qui se touchent, une est potelé, celle d'un bébé. l'autre est ridée celle d'une personne âgée. le lien entre les deux est que le toucher est à tout âge nécessaire.

El tacto y el apego: fundamentos esenciales desde el nacimiento

Durante los tres primeros meses de vida, el bebé atraviesa una transición fundamental: pasa de un entorno fluido y envolvente, el vientre materno, a un mundo terrestre lleno de estímulos sensoriales. Entre todos ellos, el sentido del tacto ocupa un papel clave. Ya desarrollado durante la vida intrauterina, el tacto constituye la memoria sensorial más antigua y actúa como un hilo conductor que permite al bebé empezar a descubrir y entender su entorno. Esta primera matriz sensorial condiciona en gran medida su desarrollo psicológico y relacional.

El tacto: el primer lenguaje del bebé

El sistema táctil empieza a formarse durante las primeras semanas de gestación. Antes de que los ojos se abran o los oídos afinen su percepción, la piel del feto ya capta información procedente del líquido amniótico, de la pared uterina y de los movimientos de la madre. Este sentido primario, auténtico puente entre el interior y el exterior, sigue siendo esencial tras el nacimiento — incluso se convierte en un vector fundamental del apego.

Desde los primeros instantes de vida, el contacto piel con piel facilita una adaptación suave al nuevo entorno. Regula la temperatura corporal, calma el llanto y estabiliza la respiración y el ritmo cardíaco. Pero más allá de estos beneficios fisiológicos, el contacto directo inicia un diálogo sensorial que brinda seguridad. Transmite al bebé un mensaje fundamental: “te esperamos, estás seguro/a, eres importante.” Este mensaje sensorial queda grabado en el cuerpo mucho antes de poder ser pensado o recordado conscientemente.

La teoría del apego: una base vital de seguridad

La teoría del apego, desarrollada por John Bowlby, subraya la importancia de un vínculo afectivo estable entre el bebé y sus cuidadores. Este vínculo, basado en la capacidad de la persona cuidadora de responder de forma coherente y sensible a las señales del bebé, no es simplemente una muestra de ternura, sino una condición de supervivencia psicológica y física.

El recién nacido, totalmente dependiente, utiliza este vínculo para empezar a explorar el mundo. Si la figura de apego es fiable, presente y afectuosa, el bebé desarrolla una sensación interna de seguridad que le permite atreverse a descubrir y a integrar nueva información sin miedo. Por el contrario, si el entorno es incoherente o inseguro, el bebé puede desarrollar estrategias defensivas que afectan su capacidad de confiar tanto en el mundo como en sí mismo.

El apego: clave para la construcción de la identidad

Durante los primeros meses, la experiencia táctil es inseparable del proceso de apego. El bebé todavía no dispone de palabras para pensar ni de imágenes para representar el mundo; es a través del cuerpo — de las sensaciones de contacto, calor, sostén y presencia — que construye su sentimiento de existir. Esta seguridad sensorial básica, tejida a través de los cuidados cotidianos (porteo, baño, masajes), se convierte en la base de la autoestima.

Cuando un bebé se siente sostenido física y emocionalmente, desarrolla una autoestima basada en la creencia implícita de que merece atención y amor. Esta seguridad interna no garantiza una vida sin dificultades, pero le proporciona una brújula interna. Este soporte seguro le permitirá, más adelante, atravesar tormentas emocionales sin poner en duda su propio valor o su derecho a existir.

Cuando el apego se ve afectado: el papel de los cuidados terapéuticos

Sin embargo, no todas las experiencias de nacimiento o entornos de crianza permiten que se forme un apego seguro de manera fluida. Nacimientos prematuros, separaciones tempranas, dificultades parentales o situaciones de estrés intenso pueden alterar esta construcción sensorial y relacional. En estos casos, los cuidados terapéuticos tempranos cobran un valor crucial.

Algunos profesionales, formados en acompañamiento perinatal, terapia craneosacral o enfoques corporales específicos, ofrecen espacios de reparación. A través de un tacto respetuoso y sensible, estos cuidados permiten al bebé reconectar con una continuidad sensorial tranquilizadora, liberar tensiones acumuladas e integrar sus primeras experiencias de vida en un marco seguro. Estos gestos terapéuticos no sustituyen la relación parental, pero le transmiten al bebé un mensaje corporal esencial: tienes un lugar en el mundo.

El tacto terapéutico como apoyo al apego

La terapia craneosacral, por ejemplo, se inscribe plenamente en esta lógica de apego reparador. Al acompañar los tejidos corporales, respetar los ritmos internos del bebé y crear un espacio de seguridad sensorial, esta técnica facilita una reconexión con la memoria corporal temprana. Reactiva la memoria de la contención, el balanceo y el contacto amable, y refuerza así las bases de un apego seguro.

No se trata de idealizar una infancia perfecta, sin frustraciones ni conflictos. El objetivo es otro: dotar al bebé de la capacidad de afrontar los retos de la vida sin derrumbarse ni desvalorizarse. Un apego seguro, construido desde los primeros meses a través del tacto, le da al niño/a esta valiosa habilidad para afrontar la vida. No elimina las dificultades, pero permite enfrentarlas con una confianza profunda en su propio valor y en la potencial bondad del mundo.


Bibliografía selectiva
Bowlby, J. (1982). Attachment and Loss: Volume 1. Attachment. Basic Books.
Porges, S. (2011). The Polyvagal Theory: Neurophysiological Foundations of Emotions, Attachment, Communication, and Self-regulation. W.W. Norton & Company.

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